Crítica: el cortometraje innecesario de Jonze y West.

Todo el mundo habla desde hace unas horas de la última jugada de dos genios en los suyo: Kanye West y Spike Jonze. Como no podía ser de otra manera, ante dos de los talentos más mimados de América, todos los blogs, foros y clubs de fans se han lanzado en manada a cubrirles en halagos, felicitaciones y demás lameculeces.

Nosotros, desde la distancia del Atlántico y con las licencias que nos otorga la masiva ignorancia de nuestra existencia, les vamos a dar la caña que (también) se merecen.

Poniéndonos en antecedentes, el cortometraje (que no en vano dura 11 minutos) estaba previsto que saliese a principios de septiembre en forma de videoclip para la canción «See you in my nighmares», dentro del último de West «808s & Heartbreak». Sin embargo con el tiempo, y al hacerse cargo del proyecto el bueno de Jonze la cosa se fue desviando (nunca mejor dicho) hasta lo que podemos ver aquí:

Como decíamos antes, el video se ha llevado buenas críticas en todas partes. Desde los típicos «Kayne queremos un hijo tuyo» en los comentarios de su web hasta la alabanza de Pitchfork o NME (en Stereogum un poco menos). En el mismo Pitchfork destacan la originalidad de ambos creadores y nombran a West como el único pop star del momento dispuesto a asumir esta clase de riesgos (?).

Por partes. El vídeo está bien realizado, sin duda. O sea, que Jonze sabe manejar una cámara y rodar en condiciones, pero eso ya lo sabíamos. Más allá, el clip no tiene especialmente el sello Jonze. No se ve su estilo hasta el dichoso momento de la rata, del que ahora hablaremos. La apuesta estética del continuo fuera de foco, parece quedarse en eso, en pura estética (y quiero pensar que la manida relación borroso-embriaguez no sea más que una tonta coincidencia). En los primeros cinco minutos de video, la cosa se queda en algo bastante corriente, para qué nos vamos a engañar.

Lo más valiente, presentar a un Kanye borracho quedando continuamente en ridículo. Que el señor West es uno de los imbéciles integrales con más ego del panorama superstar de USA es de sobra sabido. Vamos, que no nos iríamos con él de cañas ni aunque invite él. El hecho que acceda a presentarse de semejante guisa y hacer una caricatura de sí mismo en todo el vídeo, aunque no le quita de ser detestable, al menos nos hace sonreír ante la ironía. Un punto para ellos. Esos momentos balbuceando la letra de su propia canción, y entrando a tías en situaciones que más de uno de nosotros ha vivido, lo convierten de alguna manera en un personaje más cercano y lo despega de su egocéntrica reputación (¿estrategia de márketing?).

Avanzamos sin mucha chicha que comentar hasta la entrada en el baño (minuto 7:20). Dos cosas se ponen de manifiesto: por un lado el «momento mágico» cada vez más presente no sólo en Jonze sino también en Gondry (vean su fragmento de «Tokio») donde todo se pone patas arriba y el aparente realismo se torna surreal. Por otro lado que Spike ha debido ver sin ninguna duda este sketch de Little Britain. Problema: cuando esto último se te viene a la mente es imposible tomarte el resto en serio.

La cosa no se queda ahí. Escasos instantes después llega el segundo momento mágico (anda!, qué a mano ha venido esa daga debajo de la pila), y aparentemente el súmun de la originalidad, y sale del estómago del cantante una rata que en algunos sitios ha sido calificada como the world’s cutest goblin. Parece que Jonze no ha tenido suficiente con las criaturas de su nueva película. En definitiva ni cute, ni original (véase «Who’s gonna save my soul» y comparen).

Después de haberse tragado 11 minutos uno espera más, pero no, el vídeo acaba como era de esperar que acabase y sin ofrecer una explicación muy clara de por qué un vídeo para una canción de 4 minutos acabó convirtiéndose en esto. Una vez más nos sobrevuela la eterna pregunta… ¿era necesario?.

Quizá la próxima vez.

Crítica: Radiohead, «Just». Dir: Jamie Thraves.

A estas alturas resultaría extraño calificar el concepto videoclip como puro movimiento comercial o de promoción (aún siéndolo todavía en esencia), más cuando a raíz del medio han surgido toda una caterva de realizadores al igual que del medio televisivo en los años sesenta: si por aquel entonces fueron los Frankenheimer y compañía los que dieron el salto al cine con el consabido desprecio y reticencia, hoy son los Jonze, Gondry, Romanek, Tarsem, etc. los que intentan hacerse un hueco sin abandonar sus raíces videocliperas.

A tenor de esto, se me va a permitir una pequeña reflexión al respecto: todos estos realizadores cuentan con el aprecio/desprecio de los círculos críticos esgrimiendo por ambas partes razones que, si bien resultan válidas, no hacen otra cosa que menospreciar el mundo del videoclip, al igual que en los sesenta trascender de la televisión significaba superarse. La sensación de que dirigir videos musicales es un campo menor donde expresarse poco ayuda a todos estos realizadores, bien porque se sobrevaloran perversiones entre ambos medios en hora y media –Be Kind, Rewind (2008), Michel Gondry- o se menosprecian sinceros intentos de clasicismo sin rememorar cualquier antecedente en el mundo de la música –Birth (2004), Jonathan Glazer-. El resultado, al final, es la percepción del videoclip como un elemento menor por donde es necesario pasar para conseguir aspiraciones mayores.

En todo este tinglado existen pocos realizadores que hayan dado muestras del videoclip como elemento único, un bloque narrativo perfecto donde poder expresarse sin resultar simple, inconcluso o esteticista; videoclip como una forma tan válida como cualquier otra de narrar historias y marcarse un objetivo sin tener ínfulas de trascender a otros medios (y me viene a la mente el mundo del cortometraje español, pero esa es otra historia). Jamie Thraves podría considerarse uno de sus máximos exponentes, dándonos obras imperecederas tales como Charmless Man (Blur, 1996),  So Why So Sad? (Manic Street Preachers, 2001) o The Scientist (Coldplay, 2002), videos de los que se hablarán en sucesivos posts por su carácter narrativo sin llegar a lo cinematográfico.

Just significaría un espaldarazo definitivo, tanto por las circunstancias de su salida (en poco tiempo, el tema se convirtió en una de las referencias de la llamada música Indie) como por el video que lo acompañaba: una pequeña fábula de gigantesco mensaje, alejado del esteticismo imperante por aquel entonces, destinado a los líderes de las bandas sin molestarse en dar empaque alguno al conjunto audiovisual.

El video muestra a la banda tocando desde un piso londinense, presumiblemente en la misma calle donde se desarrolla la historia, donde York puede ver en todo momento la acción. Con pocos recursos estilísticos, Thraves se gusta en mostrar al grupo; en cambio, la fábula del hombre que camina por Liverpool Street es enseñada, gracias a la fotografía y a los tiros escogidos, como si fuera un gigantesco estudio, un pequeño ejercicio cinematográfico bien economizado en planos y con un montaje bien sencillo, sin estridencias y elegante. Este hombre que cae en el suelo sin motivo aparente, que no cambia de expresión y que no deja de dar largas a todo aquel que intenta ayudarle, podría estar pensando en la propia canción mientras está tumbado; la letra del tema se trata de toda una reprimenda existencial que se ve potenciada por el duelo de egos entre York y Greenwood (reconocido por ellos, una auténtica batalla de acordes). El video consigue mantener la tensión de las sucesivas excusas que da el hombre al creciente gentío sin recurrir a efectismos baratos ya que, al igual que en Charmless Man, se demuestra que un buen actor ayuda siempre.

El tan comentado momento final, cuando tras mucha insistencia, el hombre decide dar la razón del por qué está en el suelo ante la insistencia del grupo que le rodea, sigue siendo motivo de discusión acerca de qué dice exactamente: tanto el grupo como Thraves nunca se han pronunciado al respecto (si necesitaras escuchar lo que dice, probablemente también te tirarías al suelo, dijo el realizador), además de resultar tan banal y absurdo el encontrar una explicación coherente: como buen McGuffin que es, lo que dice carece de toda importancia en comparación a la repercusión que tiene, en este caso, el inmediato mimetismo del resto que lo observa. A pesar de las súplicas del señor, a pesar de las advertencias; termina cediendo y lo suelta, y eso provoca la reacción en cadena, y quizás eso que suelta y que provoca que todos nos tiremos al suelo sea esa frase que jamás debamos escuchar el resto de nuestros días.

O que sí tengamos que escuchar para comprobar hasta qué punto somos capaz de mantenernos de pie.

O alguna mierda de esas.

El hype hecho videoclip: desnudos gratis

Hasta febrero de este mismo año no mucha gente (y menos a este lado del Atlántico) había oído hablar de unos tales Matt & Kim, un dúo de chavales salidos de la nueva oleada de grupos indie de Brooklyn en los últimos años. Hicieron su debut en 2006 con un disco homónimo que pese a no estar mal, pasó sin pena ni gloria y ni siquiera entró en el Billboard. Eran «otro grupo indie más».

Pero en ese mes de febrero, y con su segundo disco «Grand» recién publicado se cruzaron en sus carreras los señores Taylor Cohen y Otto Arsenault, otros dos don nadie que ni siquiera tienen artículo propio en la wikipedia (no se molsten en buscarlos). Juntos tuvieron la suerte (o la habilidad) de conseguir algo que probablemente no esperaban. Hacer el vídeo más importante de los últimos años.

De la noche a la mañana todo el mundo se puso a hablar de ellos y, lo que es más importante, de su vídeo. Hasta se acaba de llevar el premio al mejor breakthrough en los MTV Music Video Awards.

Atención a cuando la cámara da vueltas a su alrededor con el «la la la» de fondo. Impagable final a lo P. Tinto.

Semejante maravilla puso al dúo en el mapa y los convirtió en el hype de turno. Teniendo en cuenta el frenético ritmo de hypes que estamos llevando especialmente en 2009, la cosa tiene bastante mérito. Que el vídeo es increíble aún no hay nadie que lo haya puesto en duda (que tiene muchas influencias a cosas ya vistas, tampoco), pero lo que más fascina es que una vez pasado el furor del lanzamiento, tan pronto como el vídeo pasó de moda también lo hizo el grupo (sí, vale, en América hablan de ellos un poco más. Aquí no).

El hype fue el propio vídeo, no la canción. Es más, ¿acaso alguien se acuerda de cómo suena el grupo después de haber visto el vídeo?

Pero el tema del vídeo vas más allá puesto que como buen hype la cosa no se quedó ahí: le salieron imitadores en todos los países y cada dos por tres. Aquí los más importantes famosos.

La copia: tres francesitas en bolas andando por las calles de París. El «Baby, baby, baby» de Make The Girl Dance. Problema: pierde la inocencia del original y cambia totalmente su concepto. Donde el video de los neoyorkinos emociona, éste apuesta por un estilo más descaradamente guarrón, marca insignia del house desde aquella infame versión del «Call on me«…  Al menos añade las barras negras que tanto juego van a dar en los sucesivos. Lo mejor, los segundos finales cuando la rubia espera en el paso de zebra. Nota: me pregunto por qué la imagen está dada la vuelta (fíjense en los carteles).

La copia de la copia: imagínense que American Dad fuese una copia de Padre de Familia, y ésta lo fuese de los Simpson… pues eso. El director Pablo Quevedo se lanza descaradamente a lo fácil y planta a los españoles Cycle desfilando Gran Vía abajo. La China Patino se desnuda a veces y a medias, no puede ser más gratuito. Los otros no (porque son tíos, claro). Directamente pasa del plano secuencia para meter insertos horripilantes en el estribillo. De vergüenza el último minuto de relleno cuando ya se han quedado sin ideas para el vídeo… Dicen que lo grabaron sin permisos, no se lo creen ni ellos.

Un detalle. Los dos anteriores se han visto en todo el mundo. El de Cycle no.

El disparate: lo último en llegar. Tiene la excusa de ser ukraniano. Allí los temas de copias no se cómo andaran pero sospecho que poco se preocuparán por estas cosas (y dudo mucho que el público haya visto alguno de los anteriores). No tiene nada nuevo y tampoco tiene nada malo -salvo ese final a base de flashbacks-. De hecho me gusta hasta más que el de Cycle. Agárrense porque la canción es eurovisivamente hortera. A su favor: las chavalas están de toma pan y moja (parecen la misma pero son dos diferentes). Me encanta el detalle del supermercado.

Ah, el nombre del grupo… Nikita, cantando «Cordage».

Bonus: el último anuncio de Guitar Hero!!